jueves, 13 de diciembre de 2012

"Oculto en las palabras" (Capítulo I)


Un palacio abandonado, una inquietante leyenda.
A veces la curiosidad atraviesa barreras que desencadenan fatales consecuencias...algo oculto acecha...


“Oculto en las palabras”

Capítulo 1 - “El castillo de Noisy”






Con su brazo izquierdo, Claude apartaba las ramas que continuamente se cruzaban en su camino. La lluvia caída durante la noche dificultaba el avance, pues el habitual terreno arenoso endurecido por las bajas temperaturas, había dado paso a un resbaladizo firme que arremolinaba barro alrededor de las botas de los cinco adolescentes. La humedad del ambiente había subido unos grados la temperatura, pero aún hacía mucho frío.




- Estoy cansada y aterida de frío… ¡Tú y tu estúpida idea de visitar este sitio! - se quejó Thyra enfadada, de cuya boca emanaban con cada palabra densas ráfagas de vaho - y encima nos está cogiendo la noche, ¡lo que nos faltaba! -.
- Tranquila hermanita, pronto llegaremos, haremos un fuego y entrarás en calor - respondió Claude sin dejar de avanzar.
- ¡Yo no quiero un fuego, yo quiero la calefacción del hotel! - dijo fastidiada la chica de largo y sedoso pelo castaño, mientras se ajustaba las asas de la mochila a los hombros.
- Vamos Thyra, se trataba de hacer algo de turismo rural por nuestra amada Bélgica - dijo Adele avanzando hasta ponerse a su altura echándole el brazo por encima del hombro.
- Eso, hazle caso a Adele…ella sabe lo que dice - habló Claude girando la cabeza y cruzando brevemente la mirada con la chica.
- ¡Eh Claude!, yo también estaba de acuerdo con el plan de visitar nuestra tierra, pero pensaba hacerlo de un modo menos trabajoso.
- ¡No seas pelota, Philippe!...eso solo lo dices porque lo ha dicho mi hermana.
- Claro…es que me gusta - dijo Philippe guiñándole un ojo a Thyra que le sonreía.
La única que se limitaba a observar el entorno y que permanecía callada al final de la avanzadilla era Lory, que en ese momento se desempañaba los cristales de sus gafas negras de pasta. Sí, oía la conversación pero sin prestar demasiada atención pues prefería seguir mirando aquel bello bosque, tornado gris y lúgubre en ese instante.


Empezaba a oscurecer y las penumbras ya dominaban las copas de los árboles, pronto se haría de noche.
De repente, un relámpago iluminó brevemente el lugar precediendo un par de segundos al trueno, lo que hacía indicar que una nueva tormenta no debía estar lejos.
Claude frenó en seco.
- ¿Qué ocurre, te da miedo la tormenta? - preguntó Thyra burlonamente. Su hermano no contestó, siguió escrutando las sombras de un recodo de la arboleda que quedaba a unos quince metros más adelante a la derecha.
- Me ha parecido ver a alguien ahí de pie - dijo Claude sin apartar la vista del recodo.
- No creo que nadie sea tan idiota como para adentrarse en este bosque, a esta hora y con este tiempo. Solo nosotros - comentó Philippe.
Un nuevo relámpago les sacó de dudas pues el lugar permanecía tan desierto como lo había estado toda la tarde.
- Ha debido ser un efecto óptico. Sigamos - dijo Claude volviendo a reanudar la marcha.
Comenzó a lloviznar y todos elevaron los gorros de sus respectivos chubasqueros, no sin oír refunfuñar a Thyra que cada vez demostraba más su enfado con Claude.
Atravesaron el recodo a la derecha y anduvieron otros quince minutos hasta girar por una desviación hacia la izquierda. Claude observó que el camino se tornaba más amplio y menos barroso, así que avanzó algo más rápido por el mismo y se detuvo ante lo que parecía ser una explanada. La oscuridad ya era prácticamente total, así que decidió detenerse en aquel punto y sacar la linterna de su mochila. Apenas se la había descolgado del hombro, cuando un relámpago les dejó ver aquella enorme masa predominando la explanada. Todos quedaron en silencio, abrumados ante la impresionante visión de aquella estructura que, anclada en mitad de ese lugar ocultado por los árboles y a la siniestra luz de un nuevo relámpago, parecía sacada de un fantasmagórico cuento de los hermanos Grimm.



- Vaya Claude…al final has conseguido encontrarlo - dijo Philippe sin desviar la vista de la negra silueta que se recortaba ante ellos en la oscuridad, y que fue atravesada por el haz de luz proyectado en ese instante por la linterna focal de Claude, yéndose a posar de inmediato en la majestuosa torre que presidía el recinto. Sin apartar la mirada del lugar por el cual desplazaba la blanquecina luz, se dirigió a sus compañeros.
- Sí, aquí tenéis el impresionante Castillo de Noisy, aunque es más bien un palacio fortificado y no lo que imaginamos como un castillo medieval propiamente dicho. Pero sí, es una pequeña pero no menos interesante parte de nuestra historia - e hizo una pausa antes de añadir resueltamente - luego quizás os la cuente y los sucesos que en él acaecieron - y colgándose la mochila de nuevo al hombro, comenzó a avanzar hacia el camino que serpenteaba hacia la entrada del castillo, seguido por el resto del grupo que sin articular palabra se limitaban a observar dónde golpeaba la luz de la linterna de Claude. 


Conforme avanzaban hacia el palacio, iban percatándose del decrépito estado del mismo. Mientras Claude explicaba a sus compañeros que llevaba más de dos décadas abandonado, Lory miraba en derredor porque tenía la sensación de que algo o alguien la observaba, aunque era consciente de que era muy probable que el conjunto perfecto que aunaba lugar y ambiente, hiciese que la sugestión estuviera jugando un papel importante en sus sensaciones. Aún así, no dejaba de estar alerta e iban recorriendo cada punto que lindaba los árboles con la explanada con esos grandes y celestes ojos claros como una mañana de primavera, siempre con su contorno pintado de negro, haciendo juego con su pelo teñido de azabache y contrastando con su pálida piel. Todo formaba en ella junto a sus ropajes negros, la imagen de gótica que llevaba a gala.
Como era de prever, la puerta del castillo estaba cerrada a cal y canto, así que fueron siguiendo la fachada hacia la izquierda hasta encontrar la primera ventana baja, cuyos cristales estaban hechos añicos. Uno a uno se fueron aupando para entrar y una vez dentro comprendieron la rotura de la ventana, porque el antaño esplendoroso palacio daba síntomas inequívocos de haber sido expoliado por lo ladrones hasta convertirlo en una triste sombra de lo que fue. Había lugares en los que la pared reflejaba el hueco dejado por algún tapiz que seguramente estaría rulando por el mercado negro o siendo subastado por internet. Se notaban las marcas de muebles que ya no estaban, aparte de que todas las ventanas que iban observando estaban rotas, probablemente a conciencia, dejando entrar el relente exterior, cuya acción había erosionado y deteriorado enormemente el interior del palacio.
- Tened cuidado donde pisáis - observó Claude a los demás al ver el estado ruinoso que parecía destilar el recinto. Adele sacó de inmediato su cámara réflex comprada para la ocasión, y comenzó a sacar fotos de cada rincón de la estancia por la que habían entrado. Salieron por una esquina de la misma y bajaron unas escaleras que desembocaban en lo que parecía ser una planta sótano, llegando a lo que en su día fue la cocina. Era bastante amplia y aún permanecían en ella las hornillas donde se cocinaba, aunque lógicamente en un estado precario.
Todos iban haciendo comentarios de lo que veían, sobre todo Adele que estaba entusiasmada con las fotos que iba sacando.
- Subamos de nuevo, me gustaría ver la parte alta de la torre - comentó Claude, a lo que su hermana replicó.
- No creo que sea buena idea, si aquí abajo hemos visto lo mal que está toda la estructura, no me quiero imaginar la zona de arriba. -
- Tranquila, iremos con cuidado…además, no he venido hasta aquí para perderme la mejor parte. Seguro que Adele podrá sacar unas fotos impresionantes desde allá arriba - dijo Claude guiñándole un ojo a la chica, que sonriendo se atusó la larga cabellera rizada pelirroja, que asomaba bajo el gorro de lana azul que envolvía su cabeza. Thyra, que miraba a ambos bajo el resplandor de los haces de luces de las linternas que todos habían sacado, excepto Adele que portaba la cámara fotográfica, comentó con fastidio:
- ¡Por Dios!, enrollaos de una vez…parecéis colegiales - y ante sus palabras, la vergüenza asomó al rostro de Adele, cuyas mejillas se enrojecieron de inmediato. Pero la divertida situación cambió drásticamente cuando un ruido ensordecedor, como si arrastraran un mueble gigantesco, resonó en el palacio. Parecía provenir de la parte alta de la torre. Todos quedaron en silencio, con los ojos muy abiertos y oscilando la mirada de unos a otros. Tras unos segundos, fue Philippe quien habló:
- Deberíamos salir de aquí abajo. -
- Quizás solo haya sido una puerta abatida por el viento - agregó Claude tratando de calmar a los demás.
- A mí me ha sonado metálico, como si arrastraran algo, no me ha sonado a una puerta. Además, ha sonado demasiado fuerte - contradijo Lory, a lo que Adele respondió.
- Bueno, no olvides que esto es enorme y los ruidos se amplifican por el eco. -



Claude se giró y comenzó a deshacer el camino andado, saliendo de la cocina y atravesando los corredores que conducían otra vez a la primera planta. Al subir las escaleras y llegar de nuevo a la estancia por la que entraron, el atronador ruido volvió a retumbar en todo el castillo helando la sangre de los cinco chicos, que quedaron paralizados. Philippe fue el primero en reaccionar y avanzó con su linterna hacia la puerta de la derecha de la sala. Todos le siguieron y quedaron impresionados al ver los vestigios de lo que en su día debió ser un espectacular salón principal, de cuyo lateral partía la majestuosa escalinata de piedra que debía llevar a la segunda planta. Permanecer en un lugar más amplio pareció dar cierta seguridad a los jóvenes. Allí la luminosidad creció. Extrañamente no había ni rastro de la tormenta. Quizás los vientos la habían ralentizado o desviado, pero la verdad es que ya no lloviznaba y por los ventanales laterales entraba la luz de la luna, que se había abierto hueco entre girones de grisáceas nubes y cuyo efecto aún siendo más sobrecogedor que bonito, al menos permitía ver medianamente bien sin tener que depender de la luz de las linternas. Claude fue decididamente hacia la escalinata y apoyó con cuidado el pie en el primer escalón. Parecía que aún conservaba la firmeza suficiente, así que con un gesto invitó a los demás a seguirle, esquivando trozos de sedimentos acumulados en ella provenientes de la propia baranda, de la pared e incluso de plantas superiores. Todos titubearon si seguirle o no, excepto Lory, que apagó su linterna y se encaminó resuelta hacia la escalera. Al verla, los demás la siguieron a pesar de sus reticencias.
A medida que iban subiendo, notaban las corrientes de aire frío que atravesaban el edificio, no solo por encontrarse completamente vacío, sino también por el estado precario de las diferentes salas, en las que se podían ver muros completamente derribados o techos agujereados por el desmoronamiento de alguna escalera que una vez debiera existir, pero que ahora solo era un montón de tablones desplomados en el suelo. Vieron una sala que debió servir como clase, pues aún tenía algunas sillas de colegio rotas o quemadas, y una pizarra que contenía mensajes de todo tipo escritos a tiza por la gente que, posiblemente al igual que ellos habían curioseado el lugar. Frases de todo tipo, desde la típica “yo estuve aquí”, pasando por corazones flechados de algunos enamorados, o incluso otra muy curiosa que decía “Salvad Noisy”, en una especie de alegato para que el edificio fuese rescatado antes de su total derrumbe, cosa que no tardaría en llegar viendo lo deteriorada que estaba la estructura interior. En algunas zonas el suelo crujía como si se fuese a romper en cualquier momento, en otras estancias ni siquiera había suelo, incluso había zonas del castillo inaccesibles por lo derruido del lugar. Desde fuera, la estructura aunque decrépita por su abandono, parecía estar en buenas condiciones a pesar del paso del tiempo, pero por dentro daba signos evidentes de encontrarse muy dañada. Sin embargo, el saqueo de los ladrones no había hecho mella en los altos techos, que aún mantenían algo deteriorada pero intacta su elaborada orfebrería. En unos, con tonos rojizos y dorados, en otros con arcos ojivales en azul cobalto de una finura y belleza exquisita. Adele enfocó la cámara hacia uno de ellos y disparó su flash. El resplandor luminoso devolvió una amalgama de chillidos agudos, para que acto seguido un violento aleteo barriera la estancia sobrevolando las cabezas de los jóvenes, que asustados vieron cómo una bandada de murciélagos salían por los ventanales en todas direcciones.
Adele aún gritaba en un rincón cuando ya se habían marchado, y al ser enfocada por la linterna de Claude, pudieron ver que un murciélago furioso seguía agarrado a su gorro mientras Adele daba manotazos diciendo:
- ¡Quitádmelo, por Dios! - pero no dejaba de manotear y los demás eran incapaces de espantar al murciélago que chillaba enloquecido revoloteando en su cabeza. Finalmente la propia Adele acertó a quitarse el gorro y lo lanzó por la ventana con murciélago incluido. Este, lejos de caer, batió con dificultad sus alas y se alejó en la noche volando irregularmente con el gorro todavía enganchado a una de sus patas.
Adele, con el susto aún en el rostro y con su rojizo pelo rizado totalmente revuelto, era observada por los demás, especialmente por Claude, que sonreía levemente.
- ¡No te rías! - dijo Adele visiblemente molesta, y bajando el tono de su voz desvió la mirada y añadió - no tiene gracia. -
Claude, aun sonriendo, se acercó a ella, agarró su barbilla y, girando su rostro hacia él, la besó en los labios ante la sorpresa de todos. Por supuesto, Philippe no se pudo limitar a observar y comenzó a aplaudir y silbar, lo que hizo reír a todos los demás, incluidos los protagonistas de la escena.
- Venga “tortolitos”, sigamos subiendo que la parte alta de la torre no debe estar lejos - dijo Philippe y los demás le siguieron. 


Ante la imposibilidad de continuar por la escalinata principal, pues en su parte alta se encontraba ya tan deteriorada que impedía el paso, fueron atravesando diferentes pasillos y estancias hasta que divisaron una escalera metálica de caracol muy oxidada. Era estrecha, así que subieron en fila india yendo delante Philippe seguido de Thyra, Lory, Claude y Adele. Al llegar arriba, casi sin aliento tras no pocos tramos de escaleras, Philippe no se equivocó. Ante ellos aparecieron unas ruedas dentadas, tuercas, ejes y demás artefactos oxidados, que componían la maquinaria del reloj de la torre.
- Pues descubierto el misterio - comenzó a decir Claude - esto debió ser el ruido que pudimos oír antes. -
- No puede ser, esta maquinaria está oxidada, seguro que no funciona - observó Thyra.
- Sí, mira, las manecillas del reloj indican las cinco y diez - dijo Philippe.
- No Philippe, estás mirando la esfera desde detrás - le espetó Lory - el frente de la misma da a la parte exterior de la torre, así que la hora que indica es… las ocho menos diez. -
- Pues es mucha casualidad o el reloj está en hora - dijo Adele, que había encendido la pantalla de su móvil y se la enseñaba a los demás.
Philippe, se despojó de la pesada mochila y estiró los cargados riñones. Acto seguido, mientras Adele sacaba fotos de todos los ángulos de la maquinaria y los demás curioseaban por la estancia, se sentó en el suelo y apoyó la espalda en una deteriorada pared enladrillada. Miró a su derecha y observó que a un par de palmos, la pared tenía acumulado en el suelo un montoncito de arena, probablemente de las juntas de los ladrillos que apenas podían con el peso de aquel tabique. Más por aburrimiento que por curiosidad, comenzó a rascar con el dedo índice de su mano derecha la junta de uno de aquellos ladrillos que comenzó a desmoronarse con facilidad. Casi sin esfuerzo, el dedo se le hundió en la junta y lo sacó rápidamente con desconfianza y giró la cabeza hacia atrás buscando la mirada de Thyra, que era la única que había reparado en lo que hacía su novio. Sin apenas pedírselo más que con los ojos, la chica se acercó y le dio la linterna, pues Philippe había guardado la suya en la mochila al llegar a la sala, que estaba muy iluminada por la luz de la luna que atravesaba la esfera del reloj.
Philippe accionó la linterna y miró dentro del agujero.
- Pero… ¿qué coño es eso? -
- ¿Qué ocurre cariño?, ¿qué ves? -
- No sé, parece como si hubiese madera o algo así detrás - dijo Philippe sin dejar de mirar dentro.
- ¿Madera?... ¿estás seguro? - para cuando Thyra dijo eso, el resto del grupo ya se había percatado del hecho y comenzaban a arremolinarse a su lado observando a Philippe.
- No lo sé, pero esta pared debe estar hueca porque por el agujero noto que sale una corriente de aire…es extraño - y levantándose mientras se ajustaba el pantalón a la cintura, se echó hacia atrás y levantó el pie.
- ¿Qué vas a hacer? - preguntó Thyra.
- ¿A ti qué te parece? - y golpeó con la planta del pie la pared, que se estremeció violentamente y dejó caer abundante arena de una alta cantidad de juntas de los ladrillos. Philippe volvió a golpear con más fuerza la pared, que se volvió a combar dejando caer aún más arena.
- No creo que debas hacer eso, esto es una propiedad privada - la voz surgió tras ellos pillándoles a todos por sorpresa, pero solo podían ver una silueta que se recortaba tras el gran foco de la linterna que les apuntaba a la cara.
- ¡Baja esa linterna, joder!... ¿quién eres? - preguntó Claude al desconocido, mientras con la mano trataba de amortiguar el efecto de la intensa luz en su rostro para poder atisbar algo.
Tras unos segundos, la firme voz de hombre tras la linterna, contestó:
- ¿Quién soy yo?... no… ¿quiénes sois vosotros?... no deberíais estar aquí.
- Mire señor - comenzó a excusarse con voz trémula Adele - no queremos causar problemas, solo estábamos haciendo turismo rural y hemos venido a visitar el castillo. -
- Sí, a visitarlo y destrozarlo, por lo que veo - replicó la voz.
- Como si hubiera mucho que salvar, tío…está todo en ruinas - dijo con sarcasmo Philippe.
Un crujido hizo a todos girar sobre sus talones para mirar en la dirección donde se encontraba Philippe. Thyra, con un movimiento raudo, le agarró del brazo y tiró de él hacia sí un segundo antes de que la pared de ladrillo se desplomara. Cuando la nube de polvo se hubo disipado, quedaron boquiabiertos. La poderosa luz del desconocido dejó de apuntar a la cara de los chicos, centrándose en el agujero dejado por parte de la pared desplomada. Comenzó a avanzar entre ellos hasta colocarse junto a Philippe.
- ¡Joder lo sabía!... ¡sabía que había algo ahí detrás! - dijo con entusiasmo Philippe.
- ¡Cállate idiota! - le dijo Thyra enfadada y golpeándole con el reverso de la mano en el brazo.
- Sí, ¡cállate idiota! - dijo el tipo antes de que Philippe pudiera quejarse.
El tipo, al que ahora todos podían ver, era alto y robusto, quizás de metro ochenta y cinco de estatura, pero era joven, mucho más de lo que indicaba la firmeza de su voz, puede que dos o tres años mayor que ellos, pero no más.
Sin embargo, él centraba su atención en el agujero al que seguía enfocando su potente linterna. No había duda, su pomo lacado, aunque polvoriento, aun brillaba. Era una puerta.

(CONTINUARÁ…)

Pepe Gallego

Licencia Creative Commons
Oculto en las palabras (Capítulo I) por Pepe Gallego se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

6 comentarios:

  1. Dicen que lo bueno se hace esperar, y en este caso así ha sido.
    He pasado un rato muy agradable leyendo el primer capítulo del relato al que empiezas a dar vida.
    La historia que narras está envuelta en un halo de misterio que resulta muy atrayente para el lector, ya que consigues combinar varios elementos entre sí que dotan a este relato de credibilidad y realismo.
    El texto tiene carácter dinámico; intercalas aventura, intriga y suspense, junto con algunas pinceladas de humor; sitúas la historia dentro de un marco geográfico concreto; añades ilustraciones para aportar más datos sobre el entorno, etc...
    Me llama enormemente la atención la facilidad que tienes para describir lugares, situaciones, incluso la caracterización y los diálogos de los personajes que aparecen en el relato, con lo cual consigues crear escenas con todo lujo de detalles, de tal manera que el lector visualiza cada secuencia a medida que la trama se va desarrollando.

    Detrás de este relato, hay un gran trabajo de documentación y muchas horas de dedicación por tu parte, quedando patente en el resultado final.

    A la espera de la publicación del segundo capítulo de este fascinante relato, ya solo me queda felicitarte por tu escrito.

    Tess.

    ResponderEliminar
  2. El que se queda sin palabras soy yo contigo, amiga Tess. Lo único que consigo acertar a decir siempre, es que para mí es un lujazo tenerte como lectora. Apoyos así son los que me ayudan a continuar escribiendo. De verdad, muchísimas gracias.

    PD: Pronto, muy pronto tendrás el segundo capítulo disponible.

    ResponderEliminar
  3. Bueno amigo Pepe. Después de el comentario anterior poco puedo decir. Yo te comentaré al final del relato cuando vea el conjunto.
    Celebro que vuelvas a las andadas...

    ResponderEliminar
  4. Gracias Fran. A veces uno no tiene la mente para escribir por distintas circunstancias, pero bueno, ya he vuelto, jeje. Celebro verte por aquí, y espero no decepcionar.

    ResponderEliminar
  5. Es facil entrar en la historia tal y como la cuentas. Estoy deseando ver que se esconde tras la puerta. Un abrazo Pepe.

    ResponderEliminar
  6. Muchas gracias por leerlo, Olaya. Espero que te siga gustando la historia a través de los siguientes capítulos, y seguir contando con tus comentarios. Un abrazo.

    ResponderEliminar