viernes, 1 de enero de 2021

“El accidente”

Día presente. Laboratorio de Los Álamos, Nuevo México, Estados
Unidos.

El hombre, de unos cuarenta años de edad, entreabrió los ojos pero todo estaba borroso, la luz era escasa y sintió mareo, así que los volvió a cerrar. Tras unos segundos oyó una voz amortiguada, parecida a la que suele oírse cuando hablan los astronautas:
—¿Puede oírme, señor Yamada? Maldita sea, cuanto calor desprende, se puede notar incluso a través del traje. Conecte el aire acondicionado, Hawkins. 
El hombre tumbado en la camilla metálica giró la cabeza esforzándose en volver a abrir los ojos, viendo que una silueta alzaba un brazo y un pequeño punto de luz rojo pasaba a iluminarse de azul.
Al instante, comenzó a notar la refrigeración enviada por el aparato de aerotermia aliviando su ardiente cuerpo, pero un destello oscilante le hizo cerrar de nuevo los ojos.
—Tranquilo, tan solo es mi linterna tratando de comprobar su estado —oyó decir de nuevo a aquella voz hueca— en su expediente dice que usted habla inglés, así que supongo que me entiende.
—Sí —balbuceó Isamu— ¿Dónde estoy?
—Le responderé a su debido momento. Ahora, dígame cómo se encuentra.
—Mareado.
—Sí, le tuvimos que gasear para poder trasladarle hasta aquí cuando le sorprendimos durmiendo en su escondite del bosque Aokigahara.
Isamu Yamada abrió por tercera vez los ojos y comenzó a ver con más nitidez. La voz que le hablaba era la de un hombre enfundado en un traje aislante, como el que suelen usarse en los sitios donde se desata algún virus pandémico o en las áreas radioactivas de lugares que albergan energía nuclear. Eso lo conocía muy bien el propio Isamu pues los había utilizado en el que fue su trabajo.
—¿Por qué me han detenido? ¿Qué ha pasado? —El japonés decía esto mientras miraba y movía sus muñecas y tobillos apresados por grilletes metálicos unidos a la camilla.
—Tranquilo, estamos aquí para ayudarle. Soy el teniente médico James Doherty. Dígame, ¿de verdad no recuerda usted nada?
Isamu miró a su interlocutor y con lentitud negó con la cabeza.
—Haga un esfuerzo, por favor. Necesitamos comprender su patología y por qué sigue vivo tras el accidente de 2011.
Las palabras de su interlocutor activaron inmediatamente los recuerdos de su cerebro y, tras unos segundos con la vista puesta en un punto indefinido de la sala, miró al teniente médico y dijo:
—¿De verdad quiere saberlo? —Y ante el gesto afirmativo de este, una extraña sonrisa se dibujó en la faz de Isamu Yamada antes de decir— Creo que no le va a gustar lo que va a oír. Todo empezó
cuando hablaba con mi compañero, Masao Tanaka…

11 de marzo de 2011. Central nuclear Daiichi, Fukushima, Japón, 14:45 horas.

—¿Cómo se te ocurre traer eso aquí? ¿Te has vuelto loco?
—Tranquilo, Masao, tan solo quiero que el superintendente conozca de primera mano mi proyecto científico para que me ayude a presentarlo al gobierno. Si lo hago por mi cuenta no me harán caso.
—Pero, ¡Te pueden despedir! ¡Sería una deshonra para ti y tu familia! ¿Acaso no te importa eso?
—¡Mi proyecto es el trabajo de mi vida! ¿Es que no lo comprendes? Trabajar aquí es solo eso, un trabajo. Un buen trabajo, eso sí, pero no me hace feliz y además es demasiado peligroso, siempre esperando que no ocurra algo que ponga en peligro nuestras vidas. En cambio, creo que cuando el superintendente escuche lo que tengo que contarle acerca de mi suero regenerador, sin duda me apoyará para convertir mi sueño en realidad.
—Ya, pero debes entender…
En ese momento, una tremenda sacudida interrumpió la conversación y alguien en la sala gritó:
—¡Terremotooooo!
Masao se agarró a una columna de hierro y con los ojos desorbitados miró a Isamu, al que el temblor había sorprendido y desequilibrado haciéndole caer, para posteriormente agarrarse a la parte baja de una escalerilla de metal anclada a la pared. Fue un largo y brutal terremoto de intensidad 9,1 en la escala Richter, el mayor sufrido por el país del sol naciente hasta la fecha. Seis minutos en los que todo quedó a oscuras. Se oían gritos, lamentos de personas impactadas por objetos. Cuando el temblor cesó, los generadores diésel auxiliares se activaron automáticamente como estaba previsto, devolviendo la luz al lugar y mostrando el espectáculo dantesco en que se había convertido la central nuclear: Gente con piernas fracturadas, personas con graves heridas que emanaban abundante sangre, había operarios en shock que deambulaban de un lado para otro desorientados, otros trataban de ayudar a sus compañeros heridos. Todo era caos.
—Isamu, los reactores nucleares —dijo asustado Masao.
—Tranquilo, si ha vuelto la luz es que los generadores auxiliares están funcionando y enfriarán los núcleos de los reactores. Vamos, tenemos que ayudar a esa gente.

Pasaron unos cuarenta minutos de incertidumbre, con los servicios médicos de las instalaciones a pleno rendimiento, y donde la información era escasa o imprecisa. Se decía que los reactores uno, dos y tres, que eran los que se encontraban en funcionamiento, al parecer se habían apagado automáticamente y no había peligro inminente. Otro compañero comentó que los sismómetros estaban calibrados para enviar de forma automática un mensaje de SOS en cuanto detectan un terremoto. Pero todo eran suposiciones, no había nada oficial o seguro. De pronto, un compañero entró corriendo por el pasillo gritando:
—¡Tsunami!¡Salid de aquí, se acerca un tsunami!
La gente comenzó a correr hacia las salidas, pero de pronto Isamu dijo:
—Continúa, Masao, ahora te alcanzo.
—Pero, ¿adónde vas? —Preguntó este confuso.
—No puedo dejar mi proyecto aquí. ¡Vete!
—¡Morirás!
—¡Márchate ya!
Isamu se dio media vuelta y desapareció por el pasillo ante la impotencia de su compañero, que le gritaba en la oscuridad que volviera y saliese de allí. Segundos después, una ola gigante de quince metros, más del doble de alto del rompeolas, se estrelló contra la central nuclear de Daiichi, inundándola y llenándola de sedimentos de todas clases; desde cascotes de cemento de los muros de contención hasta coches, árboles y cualquier otra cosa que arrastró a su paso, incluidas personas que se vieron sorprendidas y no tuvieron tiempo de huir. Los generadores auxiliares quedaron inservibles y todo se descontroló. Isamu, que cerraba su taquilla portando en su mano la cajita que supuestamente debía contener el almuerzo, pero que en realidad ocultaba las inyecciones con el suero regenerador, o como él solía llamarlo “su proyecto”, al alzar la vista vio como llegaba la riada interior de manera inexorable y le barrió con violencia arrastrándolo por los pasillos, golpeándolo contra barandillas, paredes, puertas e incluso otros compañeros, hasta llevarle a una sala colindante a uno de los reactores donde yació inconsciente.
No supo valorar cuántas horas permaneció en ese estado, pero despertó a causa de una tremenda explosión generada por el hidrógeno que había escapado de la válvula de contención de uno de los reactores. Mojado y con dolores por todo el cuerpo de los golpes sufridos durante el arrastre de la riada, se incorporó a duras penas hasta quedar sentado esperando a que la vista se le adaptara a la poca luz. Le dolía la mano, y al mirarla comprendió que era por la fuerza con la que todavía tenía asida la cajita con su proyecto. Pero no solo observó eso, afloró el horror en su expresión al ver las pústulas y llagas que le estaban apareciendo en brazos y piernas, probablemente debido a los gases tóxicos inhalados, la radiación o la combinación de ambas. Se levantó tambaleante y buscó en derredor algún lugar donde poder verse el rostro, pero estaba demasiado oscuro. Llegó, no sin dificultad, hasta una puerta entreabierta. La empujó oyéndose caer una silla que había apoyada tras ella. Era un pequeño vestuario pues había en él chaquetas colgadas y otras pertenencias del personal que trabajaba en esa zona de la planta. Buscó a tientas hasta dar con un espejo, pero seguía estando demasiado oscuro para poder verse reflejado. Pensó en la luz que la pantalla del teléfono móvil podría proporcionarle y se palpó hasta sacarlo del bolsillo, pero estaba totalmente mojado y apagado, así que eso no le servía. Recordó la pequeña linterna llavero y la sacó del otro bolsillo de su pantalón, apartó las tintineantes llaves y la luz bañó el lugar lo suficiente para llevar a cabo la acción que deseaba, pero casi hubiese sido mejor no hacerla porque al verse en el espejo fue mucho peor de lo que pensaba. Las llagas y pústulas le desfiguraban el rostro. Se palpó la cara con una mano y las uñas se le comenzaron a desprender. Su cuerpo se descomponía por momentos y empezó a asumir que no saldría vivo de allí.
El teniente médico James Doherty, alzó una mano deteniendo el relato de Isamu, y preguntó:
—Si lo que cuenta es cierto, no comprendo cómo logró escapar de allí, y menos aun que además sobreviviera. Debería haber muerto.
—Sí, eso sería lo lógico, pero cuando ya estaba entregado a tal hecho recordé mi proyecto del suero regenerador. Solo lo había probado en ratones pero ¡Qué demonios! Ya estaba condenado, así que si tenía que morir, sería junto al trabajo de mi vida.
—¡Vamos, hombre! —Le interrumpió entonces Doherty— No nos querrá hacer creer que le funcionó, ¿verdad? Sería usted un Premio Nobel de Ciencia, amigo mío, y en tal caso habría buscado ese reconocimiento en vez de esconderse en un bosque.
—La prueba de que funcionó es que sigo aquí, vivo. Pero ha acertado usted en las otras suposiciones, habría sido más rentable para mí buscar ese Premio Nobel, pero antes debía comprender y controlar los efectos secundarios que me originó la combinación del suero y la radiación recibida aquel día.
—Sí, ya veo que tiene una temperatura corporal muy alta.
—Ese solo es uno de los efectos, doctor, pero veo que no se plantea las preguntas adecuadas.
Ante la mirada interrogativa del teniente médico, Isamu Yamada preguntó:
—Dígame, ¿por qué han ido a buscarme y me han secuestrado para traerme aquí? En aquel accidente murieron alrededor de dieciséis mil personas, ¿por qué preocuparse precisamente de mí, y de qué modo han logrado encontrarme?
—El compañero del que usted hablaba, Masao Tanaka, insistió mucho en buscarle tras el accidente, y dado que su cuerpo nunca apareció, él reveló a las autoridades japonesas que usted preparaba un suero regenerador que quería presentar al gobierno. Sus compatriotas, apelando a nuestra experiencia, nos pidieron ayuda para dar con su paradero, ya que la única explicación con una base lógica era que hubiese sido engullido por el mar al retirarse las aguas. Nosotros manejábamos la misma teoría y nunca dimos demasiada credibilidad a la historia contada por el señor Tanaka, pero decidimos no descartar otras hipótesis e hicimos lo más sencillo en estos casos, poner en seguimiento continuo a su amigo por si en algún momento usted intentaba contactarle, ya que había confiado en él anteriormente para contarle los pormenores de su proyecto secreto.
Durante años, no encontramos nada sospechoso en él ni en su comportamiento, pero hace unas semanas observamos que comenzó a hacer visitas regulares al bosque de Aokigahara, por lo que le
seguimos a cierta distancia y vimos que siempre llegaba hasta una cabaña muy adentrada en el bosque. Finalmente, decidimos detenerlo e interrogarlo hasta sonsacarle la información sobre ello. Él nos dijo que hace unos meses que usted le contactó y que accedió a proporcionarle regularmente una serie de productos químicos y material de laboratorio que le solicitaba. Nos aconsejó que si íbamos a la cabaña, que lo hiciésemos a primera hora de la mañana, ya que usted deambulaba durante la noche por el bosque y solía acostarse al amanecer. También nos dijo que extremáramos la precaución porque usted era peligroso, de ahí que no quisiéramos arriesgar y preferimos gasearle para poder traerle con nosotros sin poner en peligro su integridad física ni la nuestra.
—Entiendo. ¡Vaaaaya, vaya! Así que el bueno de Masao se ha ido de la lengua, eh. Tendré que hacerle una visita.
—No creo que eso vaya a ser posible, señor Yamada. Su gobierno nos autorizó a traerle aquí e investigar las causas de su supervivencia y el motivo de su abastecimiento de productos químicos. También se le harán una serie de pruebas para comprobar la veracidad de lo que nos contó su amigo acerca del suero, así que sinceramente no creo que salga de aquí en mucho tiempo.
—¿Qué se apuesta? —Rebatió pensativo Isamu. El médico rehusó contradecirle y se limitó a cruzar la mirada con su ayudante, Hawkins.
—Contésteme a otra cosa —comenzó a decir Isamu Yamada— ¿Sabe por qué sobrenombre es conocido el bosque de Aokigahara?
—Sí, “El bosque de los suicidas”, ¿por qué?
—¿De verdad piensa que allí van tantos suicidas cómo se dice?
—No logro comprenderle.
—Es muy sencillo. Muchas personas, mayoritariamente jóvenes, van por el morbo, o bien por haber apostado a que no se atreverán a entrar e incluso acampar allí para pasar la noche. Otras personas melancólicas van a mitigar sus pensamientos negativos pero realmente no tienen la intención o el valor para suicidarse. Sin embargo, como también sabrá, una gran mayoría de los que allí acceden, desaparecen, y ahí es donde entro yo —y dijo esto último esbozando una inquietante sonrisa.
—¿Insinúa que los secuestra?
—No exactamente.
—¿Me lo aclara, pues?
—En el bosque no hay tiendas, amigo. Yo tengo que comer.
—¿Me está diciendo que roba la comida que lleven y luego les mata?
—No, la comida son ellos mismos.
—¿Qué? —Balbuceó el médico con el rostro demudado.
—¿Por qué se asusta, Doherty? ¿Nunca ha probado la carne humana?
—Es usted un monstruo —y dicho esto miró hacia el espejo doble que servía de ventana de control para observar a los pacientes, y ordenó— ¡Gaséenle!
—Eso no le servirá esta vez, doctor. Una de las habilidades que me confirieron el accidente y el suero, es hacer que mi cuerpo aprenda a repeler lo que una primera vez le afectó.
Varios chorros de humo salieron del techo, el suelo y las paredes inundando la sala, haciéndola irrespirable y sin poder ver a un palmo de distancia. Tras un minuto, se fue disipando y para sorpresa del doctor, Isamu Yamada continuaba mirándole sonriendo.
—Pe, pero…¿Qué clase de aberración es usted?
—Ha cometido un terrible error trayéndome aquí, doctor. Además, debió hacerlo con mi suero, pues potencia pero a la vez controla lo que creció en mi interior aquel trágico día del accidente nuclear de Fukushima. Debió dejarme en mi bosque investigando mis habilidades y el modo de revertirlas para volver integrarme en la sociedad sin levantar sospechas, pero ya es tarde para eso y ahora va a morir. De hecho, todos los que se encuentren en este lugar e intenten detenerme de una u otra forma, perderán la vida, empezando por ustedes dos.
Y dicho esto, su rostro comenzó a crisparse y enrojecerse, su cuerpo se tensó y apretó los puños haciendo acopio de fuerza. Sus muñecas comenzaron a tomar un color anaranjado desprendiendo un calor brutal hasta hacer que sus grilletes metálicos se fundieran derritiéndose y liberándolo. Antes de que Hawkins llegara a la puerta, un brazo candente atravesó su espalda saliendo por su pecho, para después recibir un mordisco brutal de unos afilados dientes que decapitaron al hombre salpicándolo todo de escarlata. Petrificado de terror, el teniente médico James Doherty se santiguaba al ver que Isamu Yamada, o el ser en que se había convertido, se giraba hacia él mientras las sirenas de alarma resonaban por toda la instalación de Los Álamos…

Pepe Gallego

domingo, 9 de junio de 2019

“Estrella” ("Star")


I tried to avert my eyes off her but I could not, I was hypnotized. Leaning on the railing of the nightclub, she laughed with her friends while she did not lose any detail of what was happening in the rest of the place, especially the dance floor as it stretched before her like a small lake with heads moving under oscillating lights. I was in a more shadowy side because I never danced. Too much I had done with being pushed by my friends, who forced me to dress contrary to my custom, in addition to picking up my long and tangled hair in a ponytail because they said that otherwise the doormen would not let me in. 
I also had to wear a jacket that covered my special edition shirt of Captain America!
Once inside, I took off my coat, untied my ponytail and began to realize that everyone was too well-dressed and my outfit was out of place, but at that point nothing mattered because my attention was focus on her. Someone in full euphoria passing by my side dancing to the music, splashed my glasses with the swing of his glass. 
After cleaning them, I put them back on and when I looked towards the booth I was petrified when I saw that her eyes were fixed on me. I looked around expecting to see some of her friends or some "handsome" or "hunk" she was looking at, but there were just distracted people dancing.
With some hesitation, I half-closed my eyes at her and there she was, looking at me.
And she smiled...A smile that for a few seconds paralyzed me until I, embarrassed, looked down. I could not understand that she was looking at me.

After reflecting a few moments and drinking a sip of my beer, my brain rode at breakneck speed looking for a logical explanation. Why me? I suppose she was looking at me just out of curiosity, maybe I was not fitting in there. And I would not blame her because it was true, I felt misplaced, I was not used to going to those places. I'm from heavy pubs, beer, reading comics, painting miniatures and going to the club for role-playing games. But my lifelong friends, who did not have those hobbies, decided that I would not stay at home that Friday and they practically dragged me to the disco. Yes, I was sure she looked at me for being the "freak" of the place, so I took a deep breath and looked up again but she was gone. I supposed she had gone to the bathroom, so I took another sip of my beer and turned to see what my friends were doing or talking about, but what I found was her face in front of me. Seeing my obvious mental block, she smiled again and my knees trembled before I heard her saying:
—I like your T-shirt.
I opened my mouth to say something, perhaps to say thank you, but I think it was just an unintelligible reedy voice at the time my cheeks were burning at the growing blush. She laughed, showing her pearly teeth this time before taking a sip of her gin and tonic.
Suddenly, the music changed and, with her eyes wide open, she said:
—I love this song! — And grabbing my hand, she dragged me to the dance floor after her stumbling among the people, although I had time to see the drawing of a star shaved in her hair. Being in the middle of the dance floor, she pointed to my T-shirt then, the back of her head and smiling, she asked:
—Well, you know my name yet. What´s yours?
—Steve Rogers—I replied keeping from laughing and she let out a guffaw. I was pleasantly surprised to see I had understood the mention.

It seems like yesterday and three years ago today I danced, who would have thought it, until my feet hurt. Now, seeing this golden circle between my nervous fingers, I just hope that Estrella accepts to keep dancing with me for the rest of my days.

Pepe Gallego                                 Translated by Ariadna B. Alonso

“Estrella”


Intentaba apartar mis ojos de ella pero no podía, me tenía hipnotizado. Apoyada en la barandilla del reservado de la discoteca, reía con sus amigas mientras no perdía detalle de cuanto ocurría en el resto del local, especialmente de la pista pues se extendía ante ella como un pequeño lago de cabezas en movimiento bajo oscilantes luces. Yo me hallaba en una parte lateral más en penumbras porque yo nunca bailo. Demasiado había hecho con ir empujado por mis amigos, que me obligaron a vestirme contrario a mí costumbre, además de recoger mi largo y enmarañado pelo en una coleta pues decían que sino no me dejarían entrar los porteros. 
¡Tuve hasta que ponerme una chaqueta que tapara mi camiseta de edición especial del capitán América!
Una vez estuve dentro, me despojé del abrigo, desaté mi coleta y comencé a darme cuenta de que todo el mundo iba demasiado arreglado y mi atuendo estaba fuera de lugar, pero llegado a ese punto ya nada me importaba porque mi atención estaba depositada en ella. Alguien en plena euforia pasando junto a mí bailando al son de la música, salpicó mis gafas con el vaivén de su copa.
Tras limpiarlas, me las volví a colocar y al mirar hacia el reservado me quedé petrificado al ver que sus ojos se clavaban en mí. Miré a mí alrededor esperando ver a alguna de sus amigas o a algún tipo “guaperas” o “cachas” al que ella estuviera observando, pero solo había gente distraída bailando. Con cierto reparo, entorné mis ojos hacia ella y allí seguía, mirándome. Y sonrió...Una sonrisa que durante unos segundos me paralizó hasta que avergonzado bajé la vista. No podía comprender que ella me estuviese mirando a mí. 

Tras reflexionarlo unos instantes y beber un sorbo de mi cerveza, mi cerebro cabalgó a velocidad vertiginosa buscando una explicación lógica. ¿Por qué yo? Supongo que me observaba por curiosidad, quizás por no encajar allí. Y no se lo reprocharía porque era cierto, me sentía desubicado, yo no iba a esos sitios. Soy de bareto heavy, de cerveza, de leer comics, de pintar miniaturas e irme al club a echar mis partidas de rol. Pero mis amigos de toda la vida, que no albergaban esas aficiones, decidieron que ese viernes no me quedaría en casa y prácticamente me arrastraron hasta la discoteca. Sí, estaba seguro de que me miraba por ser el “rarito” del lugar, así que respiré hondo y alcé mi vista de nuevo pero ella ya no estaba. Supuse que habría ido al baño, así que bebí otro sorbo de mi cerveza y me giré para ver qué hacían o de qué hablaban mis amigos, pero lo que encontré fue su rostro ante mí. Al ver mi evidente bloqueo, ella sonrió de nuevo y me temblaron las rodillas antes de oírle decir:
—Me mola tu camiseta.
Abrí la boca para decir algo, quizás dar las gracias, pero creo que solo salió un pequeño hilo de voz ininteligible mientras sentía cómo me ardían las mejillas ante el creciente rubor. Ella rió enseñando esta vez su nacarada dentadura antes de dar un sorbo a su gin tonic.
De pronto, hubo un cambio de tema musical y, abriendo mucho los ojos, me dijo:
—¡Me encanta esta canción! —Y agarrando mi mano, me arrastró hacia la pista tras ella dando trompicones entre la gente, aunque tuve tiempo de observar el dibujo de una estrella rapado en su pelo. Llegando al centro de la pista señaló mi camiseta, después la parte posterior de su cabeza y preguntó sonriendo:
—Bueno, ya sabes mi nombre…¿Cuál es el tuyo?
—Steve Rogers —contesté aguantando la risa y ella dio una carcajada. Me sorprendí gratamente al ver que había entendido la referencia.

Parece que fue ayer y hoy hace tres años de aquella noche en la que bailé, quién lo iba a decir, hasta que me dolieron los pies. Ahora, observando este círculo de oro entre mis nerviosos dedos, tan solo espero que Estrella acepte seguir bailando conmigo para el resto de mis días.

Pepe Gallego

miércoles, 24 de octubre de 2018

“Híspalis” (english)

He wandered aimlessly through the streets of the old Sevillian town, immersed in his musings. It was the first hours of a cold January evening and it had been raining all day as usual during the last week. Now it did it with less intensity, but the inclement gusty wind caused the drizzle and the cold to be biting, and the few passers-by who ventured to face such a panorama, either by labour obligation or by matters that required to cross the streets of downtown, imbued their faces behind the raised collars of their coats to mitigate, as far as possible, that unpleasant laceration.
Not Juan, he simply walked aimlessly. He did not seem to make a dent in the storm because his mind abstracted him from everything around. An exhausted, outdated, overcome by circumstances thought. After the quarantine of springs, he couldn´t understand how he had reached the point of not believing in how the people around, even in an ephemeral way, enjoyed. Love…Why did he refuse again and again to enjoy that feeling? He was not a badtempered man. On the contrary, he used to overflow sympathy in his day to day without falling into the caricature of the tired clown. He was a hard worker, a reasonable cultured person, with an education and values that were more than acceptable. Yes, he had his faults like everyone else and he was aware of them, and maybe he was not physically and Adonis, but he was not an ugly guy either and the proof was that it didn´t take too long without some female feeling attraction for him. So, what was wrong? Why did none of these women really bet on him? Juan wasn´t, as it is said, a “womanizer”, he really wanted to meet someone who truly showed him that she really wanted to know him, someone who felt the need to see him, to be with him. But the reality was that he did not get it, no matter how hard he tried.
After a long time entangled in his reflections, his feet took him to the Air alley. Halfway through it, he passed a massage and Arab baths premises, looked inside and stopped walking. Behind the glass door, the dark face of a woman grabbed his attention. The girl, who at that moment was chatting with a colleague, exhibited a cheerful pearly smile and a beautiful almond shaped eyes that dazzled Juan´s gesture. But soon he thought that such a girl, with that beauty and at least ten years younger, would never notice someone like him, an outmoded man of reached maturity, or as he used to say, that the second half of his game had already begun.
With that conclusion in his mind, he lifted the collar of his leather jacket and continued walking down the alley. Meanwhile, inside those Arab baths, the girl gave a kind of jump and turned off her smile while looking towards the door.
—What's happening to you? —Asked his colleague to see the unusual reaction.
—Nothing, I've felt a chill —Azucena answered, still looking at the empty entrance to the enclosure that was only usurped by the gusting drizzle.

Juan, who continued walking until the end of the passage, turned the corner towards Mármoles Street and found those three Roman columns so striking and that always made him to stop and admire them, although most of the time he stopped before them because they brought him a kind of serenity that allowed him to immerse himself in his thoughts. He didn´t know exactly why that happened to him in front of the beautiful white columns, since he was not an architecture expert and, although he liked the history of the city, he was not a passionate either. However, without knowing it, whenever he passed by, he would stare at them in silence while his brain discerned the problems through his convoluted mental corridors. However, without knowing it, whenever he passed by, he stared at them in silence while his brain discerned the problems through his convoluted mental corridors.
The columns could be completely seen in summer even though they were lower than the street level, but in winter they were used to be covered almost half way by the water, plants and flowers due to the rains, and this was precisely the case.
Juan leaned on the grey grille that separated him from the pit where they were, looking to the water lilies which were floating on water hit by the fine drizzle and between which leaped a small frog.
He closed his eyes and started to meditate on his bad luck with the opposite sex, and for a moment the anguish broke the usual strong and cheerful personality that characterised him. He was not the type of man who cry easily, quite the contrary, he was the typical tough guy who try to hide his worst moments by disguising them with a mask of carnivalesque smile or by shutting up the crying in a prison of haughty pride. Nevertheless, at that moment he felt miserable and could not prevent that ball of anguish climbing his throat to his eyes, moistening them with the salty secretion.
After a few seconds, he swallowed hard trying to calm himself and then he felt as if someone was looking at him. He turned his head to see that there was no one there. But when he looked back at the columns, he froze at what his eyes saw. The frog, which moments before was jumping between the leaves, clung to the hand of a girl who was half submerged in the water and who was staring at him without paying attention to the amphibian. A pale-skinned girl with half-dark brown hair and half green that matched with her big emerald eyes. She looked at him with a calm expression and a shy smile drawn on his lips.
— Who are you? — asked Juan incredulous.
The girl said nothing, but the leaves and water lilies that floated on the improvised pond started to swirl around her to place in such a way that hey formed a name.
—Astela…—he blabbed— But, how have you done that? It can´t be! — And putting his hands on his face, he concluded— it must be my imagination, I must be going crazy.
—This is real —the voice penetrated Juan´s mind without passing through his ears— your imagination has nothing to do with it. I´m in town since it was called Hispalis. Do not be scared, I´m going to help you.
Very slowly, Juan uncovered his face lowering his hands, and looked at her again.
—Why me? I´m nobody, why have you chosen to help me from so many people?
—Because every winter, when these columns inundate, I look at you passing by.
—But I´ve never seen you.
—I choose who and when you can see me.
—And what reason has driven you to show yourself today and want to help me?
—Your heart.
—My heart? Can you see it?
—No, but I can feel it. And for the first time in times you have stopped in this place, I´ve felt a soul that darkened drowned in the uneasiness and bitterness.
Juan lowered his eyes assuming the truth that Astela had found out and until that moment only he thought he knew.
At that instant, footsteps seemed to approach. Footsteps with the classic sound that the hooves of the horses usually make, but whose rhythm didn´t match with a quadruped like an equine, because they sound like a biped. Juan looked at Astela and she looked towards the Air alley. She looked at him again and said:
—It is coming.
—How? Who is coming?
—I think Haiiaa has already found a remedy to light up your darkness.
—What? Who is Haiiaa? What remedy?
—Not only there are deities like me in Seville. They are terrestrial and from other eras, as when the Muslims called the city Isbiliya.
Juan, who was looking at that moment to the corner where those footsteps were heard closer and closer, heard the water nymph say:
—But calm down, she knows what she does.
He turned to look at Astela but there was no trace of her, only waves in the water and the frog coming out of it climbing a creeper.
The sound of the hooves was already at the bend and Juan held his breath waiting to see another spirit, but what he saw left him perplexed. The dark complexion, the beautiful jet-black hair and the almond-shaped eyes met his gaze. She gave him the snowy smile he saw through the glass of the Arab baths a while before, breaking the silence with a "hello" that made him shudder, and barely managed to return the greeting by initiating a conversation. Meanwhile, a half-woman, half-deer shadow slithered on the way to the Royal Alcazares, observed by eyes from the small pond that
bathed the Roman columns. Emerald eyes.
Translate by
Pepe Gallego                                                        Ariadna B. Alonso

“Híspalis”

Vagaba, sin rumbo, por las calles del casco antiguo sevillano, inmerso en sus cavilaciones. Eran las primeras horas de una fría tarde de enero, llevaba lloviendo todo el día como había sido habitual durante la última semana. Ahora lo hacía con menor intensidad, pero el desapacible viento racheado provocaba que la llovizna y el frío fuesen cortantes, y los pocos transeúntes que se aventuraban a enfrentar semejante panorama, bien por obligación laboral o por asuntos que requerían atravesar las calles del centro, imbuían sus rostros tras los alzados cuellos de sus abrigos para mitigar, en la medida de lo posible, aquella desagradable laceración.
Juan no, simplemente paseaba sin rumbo fijo. No parecía hacerle mella el temporal pues su mente le abstraía de todo a su alrededor. Un pensamiento agotado, trasnochado, vencido por las circunstancias. Cumplida la cuarentena de primaveras, no lograba entender cómo había llegado al punto de no creer ya en lo que veía disfrutar, aunque fuese de forma efímera, a otras personas de su entorno. El amor… ¿Por qué se le negaba una y otra vez disfrutar de ese sentimiento? Él no era un hombre malhumorado. Al contrario, solía desbordar simpatía en su día a día sin caer en la caricatura del payaso cansino. Era muy trabajador, una persona razonablemente culta, con una educación y valores más que aceptables. Sí, tenía sus defectos como todo el mundo y él era consciente de ellos, y quizás no fuese físicamente un adonis, pero tampoco era un tipo feo y la prueba era que no pasaba demasiado tiempo sin que alguna fémina sintiera atracción por él. Entonces, qué fallaba? ¿Por qué ninguna de esas mujeres apostaba realmente por él? Juan no era, como se suele decir, un “picaflor”, realmente buscaba conocer a alguien que demostrase que quería conocerle de verdad, que sintiera verdadera necesidad por verle, por estar con él. Pero la realidad era que no lo conseguía por más que se esforzara.

Tras un buen rato enredado en sus reflexiones, los pies le llevaron al Callejón del Aire. A mitad del mismo, pasó junto a un local de masajes y baños árabes, miró hacia adentro y detuvo su caminar. Tras la puerta de cristales, el moreno rostro de mujer llamó poderosamente su atención. La muchacha, que en esos momentos charlaba animosa con una compañera, exhibía una nacarada sonrisa jovial y unos preciosos ojos almendrados que embobaron el gesto de Juan. Pero pronto pensó que una chica así, de esa belleza y con al menos diez años menos, jamás repararía en alguien como él, un trasnochado hombre de alcanzada madurez, o como él solía decir, que ya había comenzado el segundo tiempo de su partido.
Con esa conclusión en su cabeza, alzo el cuello de su cazadora de cuero y continuó andando callejón abajo. Mientras, en el interior de aquellos baños árabes, la muchacha dio una especie de respingo y apagó su sonrisa girándose a mirar hacia la puerta.
—¿Qué te ocurre? —preguntó su compañera al ver la inusual reacción.
—Nada, he sentido un escalofrío —contestó Azucena sin dejar de mirar hacia la vacía entrada del recinto tan solo usurpada por la racheada llovizna.

Juan, que continuó andando hasta el final del pasaje, torció la esquina hacia la Calle Mármoles y se encontró con aquellas tres columnas romanas tan llamativas y que siempre provocaban que se parara a admirarlas, aunque la mayor parte de las veces se detenía ante ellas porque le aportaban una especie de serenidad que le permitía sumergirse en sus ensamientos. No sabía exactamente por qué le ocurría eso ante las preciosas y blancas columnas, pues no era un entendido en arquitectura y, aunque le gustaba la historia de la ciudad, tampoco era un apasionado. Sin embargo, sin saberlo, siempre que pasaba por allí se quedaba contemplándolas en silencio mientras su cerebro discernía los problemas a través de sus enrevesados corredores mentales. Las columnas podían verse completamente en verano aun estando en un nivel inferior al de la calle, pero en invierno solían estar cubiertas hasta casi la mitad por agua, plantas y flores debido a las lluvias, y este era precisamente el caso.
Juan se apoyó en la gris reja que le separaba del foso donde se hallaban, observando los nenúfares que flotaban en el agua golpeados por la fina llovizna y entre los cuales saltaba una pequeña rana. Cerró los ojos y comenzó a meditar sobre su mala suerte con el sexo contrario, y por un momento la angustia quebró el habitual fuerte y alegre carácter que le presidía. No era un tipo de lágrima fácil, más bien al contrario, era el clásico tipo duro que intenta ocultar sus peores momentos disfrazándolos con una máscara de sonrisa carnavalesca o encerrando el llanto en una cárcel de altanero orgullo. Sin embargo, en aquel momento se sentía desgraciado y no podía evitar que esa bola de angustia le escalara la garganta hasta sus ojos, humedeciéndolos con la salada secreción.
Tras unos segundos, tragó saliva tratando de serenarse y entonces notó como si alguien lo mirara. Giró la cabeza para ver que allí no había nadie. Pero al volver la vista hacia las columnas, se quedó petrificado ante lo que veían sus ojos. La rana, que momentos antes saltaba entre las hojas, se aferraba al torso de la mano de una muchacha que se hallaba semi sumergida en el agua y le estaba mirando fijamente sin prestar atención al anfibio. Una chica de pálida piel, con un pelo mitad moreno y mitad color verde que hacía juego con sus grandes ojos esmeralda. Le observaba con expresión calmada y una tímida sonrisa dibujada en sus labios.
—¿Quién eres tú? —preguntó Juan incrédulo.
La muchacha no emitió palabra alguna, pero las hojas y nenúfares que flotaban en el improvisado estanque se comenzaron a arremolinar a su alrededor para colocarse de tal manera que formaron un nombre.
—Astela…—Balbuceó él— Pero ¿cómo has hecho eso? ¡No puede ser! —Y echándose las manos a la cara, concluyó— tiene que ser producto de mi imaginación, me debo estar volviendo loco.
—Esto es real —la voz penetró en la mente de Juan sin pasar por sus oídos— tu imaginación nada tiene que ver. Estoy en la ciudad desde que la llamaban Híspalis. No tengas miedo, voy a ayudarte.
Muy despacio, Juan fue destapándose la cara bajando las manos, y volvió a observarla.
—¿Por qué yo? No soy nadie, ¿por qué de entre tanta gente has elegido ayudarme a mí?
—Porque cada invierno, cuando estas columnas se anegan de agua, te observo al pasar por aquí.
—Pero yo nunca te he visto a ti.
—Yo elijo quién y cuando me puede ver.
—¿Y qué razón te ha impulsado a dejarte ver hoy y querer ayudarme?
—Tu corazón.
—¿Mi corazón? ¿Acaso puedes verlo?
—No, pero sí puedo sentirlo. Y por primera vez en las veces que te has detenido en este lugar, he sentido un alma que se oscurecía ahogada en la desazón y la amargura.
Juan bajó la mirada asumiendo la verdad que Astela había descubierto y que hasta ese momento solo él creía saber.
En ese instante, unas pisadas parecían acercarse. Unas pisadas con el sonido clásico que suelen hacer los cascos de los caballos, pero cuyo ritmo no concordaba con el de un cuadrúpedo como el equino, pues parecían de un bípedo. Juan miró a Astela y esta viró la vista hacia el Callejón del Aire. Volvió a mirarlo y dijo:
—Ya viene.
—¿Cómo? ¿Quién viene?
—Creo que Haiiaa ya ha encontrado un remedio para iluminar tus tinieblas.
—¿Qué? ¿Quién es Haiiaa? ¿Qué remedio?
—No solo hay deidades como yo en Sevilla. Las hay terrestres y de otras épocas, como cuando los musulmanes llamaban a la ciudad Isbiliya.
Juan, que miraba en ese instante hacia la esquina por donde se escuchaban cada vez más cerca esas pisadas, oyó decir a la ninfa del agua:
—Pero tranquilo, ella sabe lo que hace.
Él se giró para mirar a Astela pero no quedaba ni rastro de ella, tan solo unas ondas en el agua y la rana saliendo de la misma encaramándose a una enredadera.
El sonido de los cascos llegaba ya al recodo y Juan contuvo la respiración esperando ver a otro espíritu, pero lo que observó le dejó perplejo. La tez morena, la preciosa melena azabache y los almendrados ojos se cruzaron en su mirada. Ella, le obsequió con la nívea sonrisa que vio a través del cristal de los baños árabes un rato antes, rompiendo el silencio con un “hola” que le hizo estremecer, y a duras penas logró devolver el saludo iniciando una conversación. Mientras, una sombra mitad mujer mitad ciervo, se deslizaba en dirección a los Reales Alcázares observada por unos ojos desde el pequeño estanque que bañaba las columnas romanas. Unos ojos color esmeralda.

Pepe Gallego

miércoles, 21 de marzo de 2018

"ON LINE"

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There are so many questions I have no answer to, that confirms my obsolete version. An old mechanism that includes too many errors and needs an urgent reset. However, those questions that my software can´t solve, only I have them. It will be me defective? 
I´m convinced to that.
How to value an emotional state to which I was not programmed to? Why did I assimilate feelings? That is the Human attribute that makes them so weak.
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She said she loved me. What is to love? According to my register it can mean love, but I can´t hold that kind of things. Why do I feel so bad since she left then? May my programming be able to learn or interpret human feelings? It shouldn´t be like this.
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Her bracelet … I still have it around my left wrist to look at it, touch it, project memories to my memory fields. Her first steps, the humidity of her kisses on my synthetic face, the hug when she woke up in the early morning crying due to a nightmare. She told me that a monster chases her in dreams. Those terms, like nightmare or dream, I technically know what they mean, but I will never experience any of them. So, why can I feel? I had to have turned to my creator to ask him those questions before he was executed. I need to know why my circuits constantly recreate her face. I´m eager to understand why it causes me sorrow, when it´s not an attribute that robots should have. It’s too late to find it out now.
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That´s why I must charge the main computer with all this information, because living together with humans improves our system, or I think so, which is certain that I can believe in something. Following versions after mine restrict itself to absorb scripted datum, protocols to use. So maybe revealing to here all 
I know, it could help to others similar to me, to understand and the war ends.
She left because when she grew up she didn´t want that her mother was me, a robot female.
Load completed … 100%
The guards have already arrived and their lasers will disintegrate my circuits, since I have broken the first and second protocol, getting online to the main computer and install non-authoritative information. I don’t care, my baby´s gone and I´m nothing without her love, just a machine.
Functioning Error.
Defective terminal.
Log off.

Pepe Gallego

(Translated by Ariadna B. Alonso)

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"On Line" (English ) por Pepe Gallego se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

"ON LINE"

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Hay tantas preguntas para las que no tengo respuestas, que confirman mi versión obsoleta. Un mecanismo viejo que contiene demasiados fallos y necesita una re-programación urgente. Sin embargo, esas cuestiones que mi software no puede solucionar, solo las tengo yo. ¿Estaré defectuosa? Estoy convencida de ello. ¿Cómo valorar un estado de ánimo para el que no fui programada? ¿Por qué asimilé sentimientos? Ese es un atributo humano que les hace débiles.
Cargando…27%
Ella decía que me quería. ¿Qué es querer? Según mi registro puede significar amor, pero yo no puedo albergar esas cosas, ¿por qué entonces me siento tan mal desde que se marchó? ¿Acaso mi programación es capaz de aprender o interpretar sentimientos humanos? No debería ser así.
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Su pulsera… Aún la conservo alrededor de mi muñeca izquierda. Mirarla, tocarla, proyecta recuerdos en los archivos de mi memoria. Sus primeros pasos, la humedad de sus besos en mi rostro sintético, el abrazo cuando se despertaba de madrugada llorando debido a una pesadilla. Me decía que un monstruo la perseguía en sueños. Esos términos, como pesadilla o sueño, técnicamente sé lo que significan, pero jamás experimentaré ninguno de ellos. Entonces, ¿por qué puedo sentir? Debí acudir a mi creador para plantearle esas dudas antes de que le ejecutaran. Necesito saber por qué mis circuitos recrean constantemente su rostro. Ansío comprender por qué me provoca tristeza, cuando no es un atributo que los robots debamos tener. Ya es tarde para saberlo.
Cargando…76%
Por eso debo cargar en el ordenador central toda esta información, porque convivir con humanos mejora nuestro sistema, o eso creo yo, si es que verdaderamente puedo creer en algo. Las versiones que me sucedieron se limitan a asimilar datos programados, protocolos que utilizar. Así que quizás volcando aquí todo lo que sé, pueda ayudar a que mis semejantes comprendan y la guerra termine.
Ella se marchó porque al crecer no quería que su madre fuese yo, una mujer robot.
Carga Completada…100%
Ya llegan los centinelas y sus láseres desintegrarán mis circuitos, pues he violado el primer y segundo protocolo, enchufarme on line al gran ordenador e instalar información no autorizada. No me importa, mi niña se marchó y yo no soy nada sin su amor, tan solo una máquina.
Error de funcionamiento.
Terminal defectuoso.
Apagar.

Pepe Gallego


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